Opinión

La furia de Otis

La furia de Otis
  • Publishednoviembre 8, 2023


Por Celestino Cesáreo Guzmán

Eran las dos de la tarde del martes 24 de octubre, un discreto comunicado del gobierno suspendía clases en el turno vespertino y daba la ubicación de refugios (que en horas serían destruidos). No hubo ningún anuncio de desalojo masivo en hoteles, edificios, casas, restaurantes, bares, ni voceos que indicaran algo de gravedad, nada fuera de lo “normal”.

A pesar de que estaba nublado, el puerto más bello del mundo vivía una tarde más de octubre, para las diez de la noche empezó el viento a soplar con fuerza, con algo de agua.

Para las once de la noche ya era evidente que la furia de Otis era de otra dimensión: las puertas, ventanas y vidrios crujían, los árboles empezaban a perder algunas ramas, poco a poco, por etapas, Acapulco fue quedando en penumbras, se fue la luz, ya en la oscuridad total, a las 12 de la noche llegó el ojo del huracán: un furioso remolino con agua que destruía todo a su paso, ventanas, techos de lámina, cabañas, domos, puertas, portones, muebles de todos los tamaños, autos mal ubicados, árboles, tinacos, todo salía volando. El sonido de los golpes furiosos de muebles azotando por toda las casas. Era un aire con tanta fuerza y furia que parecía que hablaba, gemía, lloraba, generaba ruidos que hacía aullar a los perros. A lo lejos se escuchaban algunos gritos desesperados de auxilio.

Ante esas dos horas de terror, el único refugio seguro para muchos fue el cuarto de baño y la fe divina. Muchos llegamos a pensar que era el final. Abrazamos a nuestros hijos y esperamos el desenlace.

Cerca de las dos de la mañana, el aire empezó a ceder. En unos minutos todo quedó en un sepulcral silencio. El Acapulco que no duerme, por su vida nocturna, estaba totalmente a oscuras. No dormimos.

A los primeros rayos del alba. Entre vidrios rotos, muebles quebrados, agua por todos lados, techos caídos salimos de las casas y no podíamos creer lo que veíamos en las calles. No había paso. Todos los árboles caídos, todos los postes de luz atravesados, autos volteados y aplastados, techos, y mucho, mucho escombro.

Los tres niveles de gobierno fueron rebasados totalmente. Cinco días después de los hechos ningúna acción del gobierno se veía. A dos semanas algunas zonas siguen en el olvido.

Los vacíos se llenan y en esta ocasión la rapiña, el saqueo proliferaron ante la ausencia de una estrategia de contención y de prevención del gobierno, que nunca se preparó para algo así: este fue el segundo golpe letal al puerto… en solo unas horas.

En los días siguientes el gobierno estatal y municipal fueron totalmente nulificados: todo lo asumió el gobierno federal a través de sus cuerpos de seguridad. El Ejército, La Marina, la GN y los ciudadanos dieron la cara en las horas aciagas.

Mención aparte merece la CFE, su reacción ha sido titánica y heroica. Honor a quien honor merece.

Acapulco tiene daños mucho más de lo que se ve en medios y redes. Levantarse requerirá de apoyos amplios, permanentes y prolongados.

Las acciones anunciadas son buenas pero insuficientes. No se ve el poder del gobierno federal, a los gobiernos estatal y municipal, son cero a la izquierda. Muchas zonas siguen incomunicadas. La costerá otrora símbolo de fiesta y alegría para visitantes y turistas aún permanece con mucho escombro y basura.

Ante esta desgracia, también es una gran oportunidad para Acapulco, con voluntad puede renacer un puerto ordenado y potenciando al máximo su belleza natural.

Acapulco debe refundarse con un nuevo plan urbano, que rediseñe sus edificios, sus malecones, su terminal marítima, su aeropuerto, su zona tradicional, sus principales avenidas y sus colonias.

Hoteles y edificios tienen que cambiar de fondo sus esquemas de seguridad. Nada garantiza que este fenómeno no se repita. La seguridad debe ser lo primero.

Al caminar por las calles del puerto se empiezan a ver algunos negocios abiertos, señoras vendiendo comida, poco a poco, paso a paso Acapulco se dirige a recuperar su normalidad. Lo mejor de Acapulco es su gente.

Sin embargo, las incongruencias desde la esfera federal hicieron su aparición: el pasado miércoles 01 de noviembre, el presidente de la República anunció, la primer etapa del Plan General de Reconstrucción y apoyo a la población afectada, pero sólo para los municipios de Acapulco y Coyuca de Benitez, dejando fuera a la población de la Riviera de San Marcos que también sufrieron los estragos de este implacable fenómeno natural.

La confusión, fue propiciada por Laura Velázquez Alzúa, la licenciada en Historia y Arte nombrada por la 4T, titular de la Coordinación Nacional de Protección Civil. La improvisación es evidente. Que por cierto no se le ha visto en Acapulco. Hace bien por que quien no ayuda, que no estorbe.

A 15 días de Otis, llegó el Presidente Acapulco. Ojalá se permita recorrer algunas colonias, la zona turística, el boulevard de las naciones, el centro, caleta y cajetilla: y sobre todo que escuche a la gente, y constate así el tamaño de la tragedia.

Acapulco es hoy un mar de necesidades: y sólo renacerá con una conducción firme en la reconstrucción y el apoyo de México y el mundo.

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